Arrullo de casuarinas sobre el río
me lleva hacia el ocaso.
Mi garganta se funde con el viento,
y es un canto mi voz que se libera.
Hay un temblor de la noche,
un vaticinio.
Un silencio de lluvia hay en la casa.
Se dejan oír esas gotas,
la nostalgia de cristales quebrados.
El cielo y la tormenta
se juntan esta noche para amarse.
Duerme la isla.
Mi guitarra y mi voz se han apagado.
“Marisandra”,
Arroyo Rama Negra, 2002.
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